Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que la creación de nuevos públicos no es algo que se pueda abordar exclusivamente desde las grandes e innovadoras estrategias de marketing. Es algo que debemos sembrar en el campo de la educación.
No lo digo yo, todos los artistas, programadores, críticos, directores artísticos, etc. lo saben pero, ¿quién le mete mano a ese tema? ¿quieres que deje de ser un enunciado de reivindicación o una queja más y pasemos a la acción?
Este artículo te interesa.
Podría atreverme a decir que lo que expondré a continuación, puede extrapolarse a cualquier ámbito cultural. Seguramente. Como no soy experta en teatro, artes plásticas u otras disciplinas, no seré tan osada de afirmarlo y hablaré de mi campo, la música clásica.
Veréis, nuestra industria (sí, sí, la clásica es una industria) tiene un modelo de negocio un tanto desfasado. Tanto es así que, con la crisis financiera de 2008, sufrimos en España un duro golpe. ¿Por qué? Porque éramos (y seguimos siendo) una industria dependiente de las subvenciones públicas, de una audiencia cada vez más envejecida y de una costra publicitaria que no terminamos de quitarnos. Una costra que nos tilda de elitistas y aburridos.
Nos quejamos, comenzamos a reinventarnos y llegaron las nuevas ideas, los nuevos formatos (¡bien!), y el marketing para quedarse. Lo cierto es que saliendo a flote de una crisis, nos metemos en otra (aún más incierta). Por eso escribo este artículo. Es el primero de una serie que tratará de aquello que llevo tanto tiempo haciendo (con resultados) y que creo que puede ser muy útil: LA INCUBACIÓN DE PÚBLICOS.
¿QUÉ ES LA INCUBACIÓN DE PÚBLICOS?
Tomando como referencia la tercera acepción de la RAE, diremos que la incubación de públicos es iniciar a la audiencia en el conocimiento cultural para su posterior disfrute y consumo. Esta incubadora es una herramienta educativa que estimula y crea al público del mañana.
¿Crear públicos con estrategias educativas? ¡Claro que sí! Cultura y educación deberían ser indivisibles porque son aquello que enriquecen al ciudadano y a la sociedad.
LA INCUBADORA MUSICAL
La incubadora musical es una iniciativa de Tres Más Infinito. Nace al comprobar que un aula es el primer espacio cultural que disfruta el ser humano.
Lejos de la imagen denostada que tiene el aula de música en el imaginario popular (en gran parte de los casos por una experiencia real y a la que no voy a hacer referencia explícita), estoy convencida de que podemos convertir nuestro aula de música en algo muy diferente.
Un aula de música es un lugar de encuentro, descubrimiento, escucha colectiva y creación.
¿Un aula un espacio cultural? ¡Qué dices! ¡ZAPATERO A TUS ZAPATOS!
Os preguntaréis porqué un aula, si las instituciones culturales están desarrollando proyectos para público infantil y juvenil en un espacio cultural habilitado para ello, y un aula es un lugar de aprendizaje en el que debemos cumplir un programa, educar y dejarnos de experimentos.
Pues bien, sigue leyendo.
¿Y SI COMENZAMOS A PENSAR A LARGO PLAZO?
Nuestra sociedad y sistema es cortoplacista. Nos lleva a “engullir” contenidos para aprobar exámenes. Buscamos excelentes calificaciones para abrir las puertas de nuestro futuro, (ja, ja, ja). Nos olvidamos de todo lo que podríamos hacer (y cambiar) con la aplicación del conocimiento en nuestro día a día.
¿Os suena raro? Pues no debería. Esto de lo que hablo lo mencionan las leyes educativas, programaciones y planes de centro que rigen nuestro sistema.
La LOMCE nos habla de las competencias clave, entre las que encontramos las competencias sociales y cívicas y de conciencia y expresión cultural (junto a otras cinco que son muy útiles para desarrollar en el aula de música, ahí lo dejo.)
La Orden ministerial del 30 de julio del 1992, que regula el funcionamiento de las Escuelas Municipales de Música y Danza, tiene unos objetivos muy interesantes. El primer de ellos dice que debemos fomentar desde la infancia el conocimiento y apreciación de la música. Y qué decir de los conservatorios. En la mayoría de sus programaciones se hace mención a esto mismo.
Pero y en la práctica ¿qué ocurre? Pues como en cada casa, muchas cosas. Algunas de ellas (como la libertad de cátedra) ¡maravillosas! Por ello os planteo el siguiente supuesto:
Si nosotros – docentes, arteducadores, maestras, pedagogas- fuéramos quienes incentiváramos la escucha y el descubrimiento musical, echando una mano a las instituciones culturales y huyendo de lo que difunden las redes, los grandes medios y las radio fórmulas ¿qué ocurriría?
Quizás, mejoraríamos las estadísticas de consumo cultural, bajando la media de edad de los asistentes y ampliando las cuotas de aforo. Quizás, nuestra industria cambiaría de etiquetas, siguiendo fiel a su esencia pero adaptándose al contexto social de los nuevos públicos. Quizás, Bad Bunny no sería compositor del año.
Quizás. De cualquier modo, para comprobarlo, debemos de trabajar en ello pensando en el largo plazo.
¿CÓMO HACERLO? IDEAL, REALIDAD, NECESIDAD.
Muchos niños (al igual que hicimos nosotros) estudian música porque su familia lo considera beneficioso para su desarrollo cognitivo, emocional y social. Ahí comienza una andadura, para muchos desconocida, que desemboca en tres caminos: el abandono, el hobby (¡yuju!) y la profesionalidad. Los que eligen este último camino, empiezan (sin ser muy conscientes de ello) sus estudios profesionales, compaginándolos con la enseñanza reglada.
Cuando terminan sus estudios de Grado Profesional de música, su camino se vuelve a dividir en dos: abandono o profesionalización. En este caso, la profesionalización se subdivide en diversos caminos, pero nos centramos en estos dos: Muchos deciden especializarse en magisterio (¡estupendo!) y otros continúan su formación instrumental persiguiendo su sueño ideal, ser intérpretes.
Estos últimos, después de 14 años de estudio, frustración, éxito, sacrificio y mucho aprendizaje en el conservatorio, salen al mercado laboral y se encuentran que no hay sitio para todos. Grandes estudiantes, con una formación cada vez más brillante, se encuentran en el ecosistema de lo público, con plazas limitadas en orquestas y un ámbito privado donde el freelance está más aceptado, pero no mejor tratado. Ahora, además, le sumamos toda la incertidumbre de la COVID-19. Nuestro mercado continúa devaluándose.
Es ahí cuando reaparece la educación.
TRABAJAR EN EDUCACIÓN = SEGURIDAD
Aquí nuestro camino no se divide, sino que nos lleva a una constelación llena de estrellas de diferentes tamaños, que brillan gracias a la combustión de curiosidades. Esta constelación es la educación y sus estrellas los diversos tipos de centros, docencias y aulas que encontramos en ella. Algunos de esos músicos intérpretes llegan a este campo de estrellas por descarte, otros por necesidad, otros por comodidad y otros por vocación. Sea cual sea nuestra motivación, no debemos dejar esas estrellas morir. Si lo hacemos, la música clásica se apagará con ellas.
Entonces, cambiemos la segunda parte de la ecuación:
TRABAJAR EN EDUCACIÓN = RESPONSABILIDAD
Si sigues leyendo este artículo y eres músico piensa en cuál de los caminos estás paseando y qué haces mientras caminas. Si no eres músico y tienes a alguno cerca, pásale este artículo, porque ahora llega lo bueno.
EL AULA, UN ESPACIO CULTURAL
Efectivamente, volvemos a mi propuesta inicial y largoplacista, el aula como espacio cultural.
Una propuesta que conlleva al docente un trabajo minucioso de escucha y búsqueda. Búsqueda de obras de música clásica diferentes. Selección de piezas menos conocidas que son ideales para trabajar psicomotricidad, desarrollo y reconocimiento auditivo, memoria, canto, la expresión corporal, etc. Obras con las que descubriremos la historia de nuevos compositores y sus épocas. Obras para iniciar en la escucha a nuestro futuro público.
Incubar requiere de constancia y de curiosidad. Incubar es gratificante.
RECUERDA QUE SI…
- Si descubro junto a mis alumnos grandes obras de la clásica (a parte de los grandes éxitos), conseguiré que sus playlist sean más variadas.
- Si elijo cuidadosamente audiciones para actividades de psicomotricidad, desarrollarán su musicalidad y apreciación.
- Si curioseamos los timbres sonoros de los diferentes instrumentos sinfónicos, no solo desarrollamos el oído, sino que cuando vean mi cello en el metro, no les preguntarán a su abuela si es una guitarra.
- Si les acostumbro a disfrutar y a descubrir este género, pasados los años, irán a los auditorios a escuchar música en vivo, la demanda de clásica aumentará, el mercado se revaluará, las nuevas generaciones de músicos tendrán mayor oferta laboral y la industria seguirá viva.
Si quieres saber como incubo musicalmente en mis proyectos, ¡ESCRÍBEME!
Maravilloso artículo. Interesantísimas reflexiones y aportaciones que todos los que nos dedicamos a la docencia y pedagogía musical deberíamos leer y tener en cuenta. Enhorabuena y, sobre todo, gracias por este tipo de escritos.
Descubro que tus palabras están apoyadas de praxis cotidiana, por esta razón estaré atento a nuevas entregas.
Gracias.
Excelente artículo Juana!
Enhorabuena